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viernes, 21 de marzo de 2014

PROMESA DE HERMANOS


-Neal – dijo la niña pelirroja sentada en la hierba, llamando la atención de su hermano mayor sentado junto a ella -¿Crees que papá adopta a esa niña del orfanato porque se aburrió de nosotros?

-No lo sé- contestó el muchacho arrojando una piedrecilla al lago que tenía en frente - pero lo cierto es que ella ya viene; papá lo ordenó y viene para estar contigo.

-¡No yo no quiero!- dijo la niña abrazándose al cuello de su hermano -¡no quiero ni necesito otra compañía que no seas tú!

-Pero ya está decidido- contestó el muchacho, acariciando con mirada triste los rizos rojos de su hermanita.

-¿Y porqué, porqué no quiere papá que estemos juntos más?

-Creo… creo que él piensa que soy mala influencia para ti… Igual tú eres una niña y en la familia no hay niñas. Nuestros primos son todos chicos y no hay una chica que te haga compañía…

-¡No me importa! – exclamó la niña entre sollozos

-Elisa… tú sabes que además es porque papá no quiere que te quedes aquí sola cuando me envíen… a esa… academia militar…

-¡No, no hermanito, no te enviarán a ninguna parte te lo prometo! Yo haré todo lo que deba, no quiero que nos separen ¡No quiero!-

-Elisa no llores- le dijo su hermano tomándola por los brazos y mirándola de frente – Nunca más quiero verte llorar, tienes que ser fuerte, tienes que ser más fuerte que yo; más fuerte que mamá, que papá ¡Más fuerte que todo el mundo!

-No puedo; no podré si papá no quiere que estemos más juntos…

-Tranquila, vamos a estar juntos siempre. Esa niña tonta no va a venir a separarnos, haremos todo lo que sea necesario para que se vaya ¡Para que mamá no la quiera aquí! Papá terminará haciendo lo que mamá diga.

-¿Qué haremos?

-Tu solo sígueme; con mi capacidad para convencer a mamá y tu inteligencia la sacaremos de casa muy pronto, solo tienes que lograr dejar de llorar.

-No sé cómo…

-Es muy fácil, cada vez que sientas ganas de llorar, solo crúzate de brazos, levanta la frente, míralos fijamente y sonríe. Verás cómo hasta miedo te llegan a tener.

-¿Tú crees?

-¡Claro! Solo no lo olvides, nunca más vuelvas a llorar, solo sonríe… míralos fijo y sonríe. Así sabrán que nada puede tocarte, creerán que eres de piedra y no se atreverán a lastimarte, nunca nadie.

-¡Me gusta esa idea! Pero ¿y si ella se defiende de algún modo? Es una hospiciana, no tiene nuestras costumbres. Seguramente es salvaje como un potrillo.

-Tú no te preocupes de nada, mientras más salvaje se ponga será mejor para nosotros. Deja que nos haga lo que desee, eso nos dará pie a seguir haciendo lo que queramos; mientras ella se muera del coraje y se defienda nosotros haremos parecer que nos ataca, será muy fácil. Ella será la mala y nosotros sus víctimas. Y verás que nunca van a separarnos

-¿Lo prometes?

-Te lo prometo hermanita. Soy tu hermano mayor y nunca te dejaré sola, siempre cuidaré de ti. Te lo prometo - ambos hermanos se abrazaron estrechamente, siempre habían estado juntos; sus primos los llamaban engreídos, petulantes. No entendían el lazo que había entre ellos. No es fácil sel la única compañía dealguien y eso es lo que eran ellos mutuamente: la única compañía el uno de la otra.

No aceptarían a nadie entre ellos, más aún, si de eso dependía que uno de ellos se alejara, quizas para siempre.

Ambos hermanitos sonrieron, tenían un pacto sagrado, tenían un plan señalado. Una promesa de hermanos que nunca sería rota.

Al día siguiente muy temprano se colocaron en el balcón principal con un gran cubo de agua.

De pronto la vieron; pequeña, sencilla, humilde y rubia.

Ni bien la vio, algo se movió casi imperceptiblemente dentro del muchacho castaño, pero antes de pensarlo dos veces su hermana ya tenía el cubo sobre la balaustrada.




¡¡¡CHASSSSSSSSSSSSSSSSSS!!!

Todo lo que siguió fue tan rápido.
El chico se quedó ahí parado mirando a la hermosa niña pecosa sin atinar a discernir como demonios se le había ocurrido hacer tal cosa, su hermana trató dejalarlo por un brazo, de alejarlo de la balaustrada pero él estaba estático.

¿De dónde sacó la pequeña rubia una cuerda de enlazar? Nadie se dio cuenta, lo próximo fueron los gritos de ambos niños pidiendo auxilio, pues el chico estaba a punto de ser arrojado balcón abajo por la audaz recién llegada.

Su “bienvenida” casi sale mal, casi tuvieron algo que lamentar.
Pero su primera victoria había sido conquistada.
Su madre regañó a la niña enérgicamente mientras ellos sonreían triunfantes, en especial Elisa.
Sus piernas aun temblaban por el susto, su pecho aun palpitaba fuerte por la impresión de casi ver a su hermanito caer al vacío, casi se había puesto a llorar demiedo… sin embargo sonreía.

Sonreía tal como su hermanito le había dicho, con los brazos cruzados y su mirada fija en la rubia intrusa, sonreía tan fríamente como era capaz.
No era tan difícil, de hecho era demasiado fácil.
Pronto se le haría costumbre.
Luego de eso ambos hermanitos salieron al jardín tomados de las manos como hacían siempre.

-¡Fue fácil!- Dijo la niña pelirroja alborozada mientras abrazaba a su hermanito frente a la fuente del jardín.

- Si, fue fácil – contestó él sonriéndole distraídamente.

Era cierto, había sido fácil, por lo visto sería muy fácil deshacerse de esa niña y evitar que lo separaran de su hermanita…
Pero…

Esa noche el joven Neal Leagan no pudo dormir, no podía sacarse de la cabeza aquellos ojos verdes llenos de rabia, aquella carita llena de pecas, triste, mientras su madre la regañaba.

No podía, ¿Qué... era remordimiento? Sentía algo muy parecido a aquella vez cuando, sin querer, había prensado el índise de su adorada hermanita con la bisagrade la puerta. Era muy parecido, pero a la vez, muy diferente.

No, no podía ser. Le había pedido a su hermanita que fuera fuerte, él debía serlo también.

El plan debía seguir sin importar nada, a pesar de cualquier cosa… a pesar de él mismo si fuera necesario.

Nadie los iba a separar, ni su papá, ni su mamá, ni la tía Elroy.
Ni la hermosa rubia pecosa que acababa de llegar a su casa… No , si siquiera ella.

Seguiría hasta el final, aunque el corazón se le estrujara cada día más, aunque terminara con una noche en vela como ahora cada vez.

Se lo había promnetido a su hermana, a su hermanita; y no iba a romper su promesa.
Jamás...