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jueves, 24 de septiembre de 2009

VOLO MI PETER PAN (Por Mayma)

He aquí, una nueva sabiduría que os comparto...

Lo mas bonito que puede salir de mi boca es un silencio.



No le quiero criticar..a él no.
No lo deseo, pero no puedo callar.
Ya no estás a mi lado....

ya nadie me comprende....
ya nadie juega conmigo....
ya nadie piensa como yo....

Dejé volar a mi Peter Pan,
perdí mi infancia,
estará en alguna una caja abandonada a su suerte,
arrinconada y llena de mugre.

Pero no pienso cambiar, no quiero!
ya lo hice una vez; me gustó,
me hice mayor.

Dejé volar a mi Peter Pan,
se llevó mi niñez,
estará escondida en una caja abandonada a su suerte,
arrinconada y llena de mugre.

Soy como soy, no pienso cambiarme por nada,
gran parte de mi es parte de ti.
Me he hecho mayor, he crecido,
echo a volar mi Peter Pan.

Pero no pasa nada, Peter me dejó a Campanilla
que me quiere y me cuida.
Ella me guía.

Camapnilla, dile a Peter que vuelva!!
Aunque sea un segundo,
sólo qiero rekordarle, nada más!
Por qué no puedes volver?
Dónde estás?
Qué haces?
Por qué volastes?
Para que me hiciese mayor?
Vale, seguiré adelante,
me haré fuerte, puedo conseguirlo sin ti.

Campanilla, dile a Peter que me hice mayor,
que no quiero recordar qué estrella era la correcta,
si la primera o la segunda a la derecha,
que ya no lo necesito.

Campanilla, dile también que a veces le echo de menos
y que otras me arrepiento, no debí dejarle marchar.
Pero ya no hay remedio, ya no hay vuelta atrás,
ya no...
Dejé volar a mi Peter Pan.


mayma*

BELÉN

He aquí, una nueva sabiduría que os comparto...


¡Belén, Belén! Gritaba doña Mariela llamando a su hija. Su marido le decía que se calle mientras el hijo menor preguntaba por enésima vez quién carajo es Belén.
Y esto había sido todos los santos días desde que se levantaba hasta que se acostaba durante los últimos doce años.
Una mañana, doña Mariela ya no llamo más a Belén. Su marido la encontró recostada en la silla del jardín con las moscas como única compañía y una sonrisa en los labios.

Había encontrado a Belén…

CHICA RECATADA

He aquí, una nueva sabiduría que os comparto...



Carla ya no sabía qué más hacer para conservar la calma frente a su profesor de anatomía.
Era tan guapo, tan atractivo y sexy…
Tenía que hacer un verdadero esfuerzo sobrehumano para no tirársele encima durante los cuarenta y cinco minutos que duraba su clase tres veces por semana.
Es que una señorita decente no debe dejar al descubierto sus deseos carnales con el profesor.
Para eso están los compañeros de clase, el señor del bar, el chico de las colas, el vecino de enfrente…

MARIPOSAS

He aquí, una nueva sabiduría que os comparto...



¿Cuándo volverán las mariposas? Solía preguntarle a Eloísa su hija de 5 años.
Lo cierto es que Eloísa no lo sabía.
Las mariposas son caprichosas, van y vienen, pero ya eran demasiados meses sin ver una.
Sobre todo porque su hija recordaba haberlas visto; muchas de ellas, la última vez.
¿Cuándo volverán las mariposas, mamá? Volvió a preguntar la niña.
Eloísa no sabía qué responderle; en especial porque no quería darle la mala noticia a su hija de que las mariposas no vuelan cerca de los mausoleos donde se entierra a los que ya han muerto.

TODO POR EL ATARDECER







Sentada inmóvil en el suelo, permanecía mirando hacia la nada, mientras murmuraba casi sin mover los labios “que se calle, que se calle…” a la mujer que boqueaba agónicamente a un par de metros de su espalda.


Con el rabillo del ojo; Alejandra podía observar como una mano temblorosa trataba de alzarse, quizás, para intentar salvarse del final, ya irremediable. Poco a poco aquella mano iba perdiendo movimiento hasta quedar inmóvil sobre el frío piso; ya eran menos los jadeos forzosos que emitía la moribunda, al tratar de imbuir a sus pulmones algo más que su propia sangre.
Luego silencio…

Alejandra se quedó ahí un poco más, no por temor sino porque la puesta de sol estaba ocurriendo, y es que solo habían dos cosas que, a sus catorce años, Alejandra odiaba en el mundo: una de ellas es perderse la puesta de sol…
Cuando la esfera naranja rojiza se perdió en el horizonte, Alejandra se puso en pie, sosteniendo aún el cuchillo que menos de una hora antes había introducido ocho veces en el tórax de quien ahora yacía en el piso inmóvil y con los ojos vidriados, en un lago de sangre purpúrea.

“Lo siento” murmuró “tú sabías cuanto odio perderme la puesta de sol… si tan solo hubieras esperado un poco en lugar de gritarme como loca, ahora tendrías lo que me pedías y no habríamos llegado a esto”.

Cuando vinieron por ella a la tarde siguiente la casa hedía terriblemente; sin embargo, Alejandra se mostro muy complaciente y amable, contestando con toda la sinceridad y candidez del mundo a todas las preguntas que le hacían. Lamentablemente, al momento de llevársela comenzaba a ponerse el sol.

Alejandra entró en una furia ciega; golpeó, mordió y pateó a los enfermeros que trataban de ponerle la camisa de fuerza, hasta que la soltaron y ella se sentó en el ventanal a mirar extasiada el atardecer.

“Por favor, prométanme que a donde me lleven, mi habitación tendrá una ventana para poder admirar cuando se pone el sol”

Y así lo hicieron.

Desde aquel día, Alejandra está recluida en una pequeña habitación de paredes blancas con una ventana que da al oeste, por donde todos los días goza del atardecer.

Es que, hay solo dos cosas que Alejandra odiaba en el mundo: una de ellas es perderse la puesta de sol; y la otra era a su madre.