BIENVENIDOS


miércoles, 20 de mayo de 2009

LA ESPERA (2da parte)


... Se contaban cosas terribles de ese bosque.

Hace mas de 40 años los coyotes habían despedazado a un hombre… lo encontraron varios días después descompuesto; o al menos esa es la información que yo recordaba.

Ella seguía caminando de pronto escuchamos aullidos, ¡Se me heló la sangre! Con el terror que le tengo a esos animales.

¿Qué hacer? Me voy, obvio; mi papá no tiene ni idea de donde estoy ¿Y si me pasa algo? ¿Qué será de él, que será de mi hermano menor? ¿Qué dirán, qué sentirán?¿Sentirán algo? …

¿Alguna vez sienten algo por mí? Me desaparezco días y días y nunca me buscan ni siquiera me llaman y saben mi numer

¿Se preocuparán?¿Se preocupan alguna vez? … ¿Les importo? … ¿Me importan?

En ese momento me di cuenta que talvez yo no le importaba a nadie y lo único que me importaba a mi era ella y sacarla de ese bosque negro y frío.

¡Oh no! ¡Un coyote, Dios es enorme! Está justo frente a ella, Cristo santo la va a atacar.

De pronto ella río y su risa fue como una campanilla. Seguramente así debe ser el sonido que hacen las hadas cuando toman sus alas o las mariposas cuando salen de sus crisálidas.

-¡ Yiyó!- Dijo de pronto – Yiyó amigo eres tu – se arrodilló frente al coyote que mostraba sus dientes y le acaricio la cabeza. Al momento la salvaje bestia comenzó a gemir y lamió las pálidas manitos de la joven.

Yo me quedé petrificada; una mezcla de miedo y asombro me mantenían clavada en el suelo con la rama en alto a punto de lanzarla.

Ella volteó a mirarme con enojo - ¿Por qué temes a Yiyó? El siente tu miedo ¿sabes? Y yo también y la verdad es un poco incómoda. ¿A que temes?

-A que me ataque… - le respondí - o a ti - Ella rió de nuevo con ese sonido de campanilla como cuando las hadas toman sus alas

- ¿Atacar, Yiyó? No, nunca y menos a mi, Yiyó es mi amigo. El primero que tuve aquí hace ya mucho tiempo. Es un poco ridículo lo que dices ¿sabes? ¿Por qué te atacaría Yiyó?

Bajé la rama e, inconcientemente, la dejé caer al piso, mis piernas habían sido abandonadas por el hechizo que el miedo había formulado y por fin, se movían.

- Bueno; eso hacen animales como estos , no , atacan a la gente.

- ¿Ah si?- me dijo ella -¿De donde has sacado esa idea? ¿Alguna vez fuiste atacada por un coyote?

- No- respondí

- ¿Alguna vez presenciaste que alguien haya sido atacado por un coyote?

No - volví a responder

-¿Entonces de dónde has sacado esa idea?

-Bueno … es lo que he escuchado .

-¿Y siempre andas creyendo todo lo que escuchas por ahí?

- Eeeeh… bueno, pues no. Pero supongo que es verdad- le dije.

Ella se me acercó y me miró fijamente a los ojos como si buscara algo raro en ellos.

-Parecías inteligente - ¡Pum! Sentí como si me hubiera cacheteado ambas mejillas con el dorso de la mano. Todo puedo soportar pero ¿Qué me insinúen bruta? No, no, no, no.

-¡Porque me has dicho eso!- le pregunté.

Ella me miro con la dulce tristeza de sus perlas de ámbar y me sonrió, como si supiera algo que yo no.

- Escucha , si te conformas con suposiciones , entonces siempre vivirás equivocada.

Me quedé pensando, un segundo que pareció un siglo, en esas palabras cayendo en cuenta de la carga de absoluta razón que llevaban ; entonces le sonreí y sentí la seguridad de admitir que estaba equivocada , solo ahí en ese bosque negro y frío , solo con ella y solo esa vez; quizás la primera vez en mi vida ¿o no? , entendí que estaba equivocada; y no me dio vergüenza admitírmelo a mi misma; y lo más maravilloso de todo fue admitir que había aprendido algo.

Esa pequeña criatura pálida, con su mirada triste y su risa de campanilla me estaba enseñando algo para vivir mejor.

-SÍ ; eres inteligente , no me equivoqué – Se empinó en sus piececillos y me besó en la mejilla.

Toda la ternura del mundo se depositó suavemente sobre mi mejilla y se derramó como agua tibia por toda mi cara , mi cuello , mi pecho hasta posarse en mi corazón donde reposó un segundo para , en seguida, esparcirse por todo mi ser .

Tomó mi mano y tiró de ella - Ven, ven a ver a Yiyó . Ya esta viejo ¿sabes? me preguntó quién eres y yo ya le contesté, ahora quiere saber si todo lo que le conté de ti es verdad. ¡Ven!


Me llevó hasta donde el coyote, recostado en la hierba, me observaba.Me acerqué a él como si me acercara a un gatito.

No tenía miedo, de nada. ¡Podía comerme el mundo! Ella sostenía mi mano y por alguna razón sentía que era lo único que necesitaba para continuar viviendo, como si antes hubiera necesitada una razón para hacerlo y ya la hubiera encontrado en ese preciso momento.

Yiyó era pardo, su pelo era profuso y suave. Era grande, mucho, y despedía un aroma a hojas secas y tierra húmeda que, a diferencia de lo que se podría pensar, no era desagradable.

Sus ojos eran amarillos y brillantes y su mirada era amable; como la de una mascota agradecida con su amo.

No movía la cola pero podía notar que estaba contento de verme, como si me conociera y hubiera estado esperándome. De algún modo, yo también me contenté de verlo, como si fuera un viejo conocido al que no veía hace mucho mucho tiempo. -Hola Yiyó ¿como has estado?

El animal por toda respuesta bajó sus orejas y lamió mi mano… ella sonreía.

-¿Ves Yiyó? Yo te dije que si te recordaría , ella jamás nos olvidaría del todo – Me quedé de una sola pieza. ¿Ella pensaba que nos conocíamos? No. Yo nunca antes la había visto y al coyote, menos.

Me levanté lentamente -Me tengo que ir, es tan tarde que ya mismo amanece. ¿Quieres que te acompañe a tu casa?- Ella se levanto junto a mí - ¿A dónde vas a irte?- preguntó mirándome extrañada.

-Pues… a mi casa – le contesté - y tu deberías hacer lo mismo ¿Quieres que te acompañe?.

Me tomó ambas manos con fuerza, ya no estaba helada ¿O tal vez la que estaba helada era yo? Aunque, de verdad hace rato que ya no sentía frío.

Me miró con sus enormes perlas de ámbar llenas de conmoción y me pareció que estaba a punto de echarse a llorar.

-No, no. No puedes irte ¿A dónde vas a irte? Si aquí se está tan bien… Tú siempre decías que aquí se estaba muy bien. Siempre decías que aquí te sentías en casa; por eso elegí este lugar. Por eso te he esperado justo aquí. ¿No te gusta? ¿Ya no te gusta? Te gustaba mucho antes. No tienes que irte a tu casa , aquí es “casa” ahora.


Yo no sabía qué hacer, ella estaba desolada y se notaba su desesperación. Yo, caí en la terrible cuenta que la pobre estaba loca. No podía haber otra explicación.

Ella y yo nunca antes nos habíamos visto. Dice que me esperaba, que antes me gustaba ese lugar; pero, yo nunca había estado en ese bosque.

-Mira, es mejor que nos vallamos- le dije - no podemos quedarnos aquí ¿entiendes?

Intenté convencerla de irnos pero ella soltó mis manos y se llevó las suyas a la cabeza; dió media vuelta y se puso a llorar.

-¡No es justo! Te he esperado tanto tiempo y ahora que por fin estas aquí ¿te quieres ir? Me pediste que te esperara y lo hice, todo este tiempo todos estos años. ¡Me hiciste prometer que sería yo y no otro quien te esperaría¡ Aquí ; justo aquí. ¡Y tú! Tú me prometiste que no me olvidarías ¡Que no me olvidarías nunca! Pero… no cumpliste. Yo cumplí, siempre te cumplía ¿te acuerdas? Cada vez que te daba mi palabra en algo siempre te cumplía ¿Te acuerdas? … No, es más que obvio que no te acuerdas.

Se sentó en el piso a llorar desconsoladamente.



CONTINUARÁ ...