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viernes, 2 de octubre de 2009

MIGRAÑAS

He aquí, una nueva sabiduría que os comparto...

Imposible no ver el día llegar a ser noche,
Imposible no ver el fin de cada hora,

Imposible ver las hojas caer en otoño y no desear que te mueras con ellas.
Imposible…


Qué mala se había vuelto la vida, pensaba Tania, sobre todo en casa; tanto que trataba de llegar cada día más tarde, (no llegar sería demasiado) pero ella sabía que tarde o temprano su karma era verla día a día, noche a noche y escucharla; eso le acrecentaba las migrañas que ya no daban tregua… ella misma así lo había elegido.

Qué error.

Ahora quisiera estar sorda para no escuchar a Lorena; sus quejas, sus reproches. Cada día es lo mismo; ya no había cómo cenar sin oírla hablar, cuchichear, respirar; ahora mismo la esferográfica con la que terminaba un crucigrama bailaba entre sus dedos deseosa de incrustarse en sus propios oídos solo por no oírla más. La migraña estaba a punto, la veía venir, la sentía llegar como una pesadez que poco a poco le daba la sensación de irle hinchando el ojo derecho.

Y Lorena que aún callada era una molestia.
Su sola presencia era un ruido insoportable que hería su cerebro talvez más aún que las propias migrañas. Ojala fuera posible pararlo, si hubiera una forma de acallarlo...

Una tarde tuvo que volver temprano a casa, por la migraña.

No, si es que ella lo ha dicho cada vez que le han preguntado sobre el hecho: las malditas migrañas tuvieron la culpa de todo; pero, no hay quien lo entienda.

Tania solo quería dormir, tomarse una de esas pepitas mágicas llenas de paracetamol que le quitaban hasta la voluntad y la enviaban a la cama, muriendo durante un par de gloriosas horas, para todo el mundo. Pero no, Lorena debía empezar con lo suyo.

¿Qué no era más fácil comprender que necesitaba descansar?
Empezó: ¡Que si la casa, que si el empleo, que si el negocio! … Lori, más tarde hablamos, si.
¡Que si ya nunca la escucha, que si ya están juntas es por gusto! … Por favor se me parte la cabeza.
¡Que si esto, que si lo otro!… ¡Sólo déjame descansar! ¡¿Qué no lo entiendes?! ¡¿Por qué no lo comprendes?!
Quizá por la migraña, quizá porque ya estaba harta, o por ambas cosas; Tania perdió la paciencia mientras la tomaba por los hombros y la zarandeaba, empujándola.
Tal vez, si lo hubiera comprendido...

Mientras caía por el balcón, Lorena pensaba que tal vez debió hacerle caso a su madre cuando le decía “Cásate hija, para eso somos las mujeres y los hombres están para complacernos en todo. Otra mujer nunca te dará lo que nosotras necesitamos” Ahora ya era tarde.

Quizás era su culpa, quizás si tan solo se hubiera callado solo esta vez; si tan solo hubiera esperado a que se le quite la migraña, tal vez…

Aquella pequeña avenida es tan poco concurrida que tardaron casi una hora en darse cuenta que una de las “primas” del 11-b se había venido balcón abajo.
Arriba, la otra ya dormía gracias a las pepitas mágicas que la alejaban plácidamente de todo.

Afuera, mientras los vecinos se iban aglomerando alrededor del cadáver de la joven, su sangre se había mezclado con las hojas que caían de los árboles.
Era otoño.