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viernes, 21 de marzo de 2014

EL FANTASMA DE LA OPERA (nada que ver con la obra homónima)




Eliza Leagan amaba la ópera...

Desde niña había amado las artes; el teatro, la sinfónica, la pintura...
En su adolescencia había descubierto que la ópera era su pasión; incluso intentó ella misma volverse una"Bella Diva" pero, el que tiene talento lo tiene y el que no... Claro que ella jamás admitió que pertenecía al segundo grupo.
Abandonó las prácticas discretamente, alegando que simplemente prefería admirar las piezas que interpretarlas.

La Casa de la Opera de Chicago era su sitio favorito desde... ¡caray! ya no se acordaba desde cuándo.
Lo que sí sabía es que hace muchos años que no se perdía un estreno, ni una representación detemporada.

Su madre solía decirle que si se gastaba toda su mensualidad en entradas a la ópera ¡No anduviera pidiendo luego para vestidos!
Pero a ella no le importaba.
Cuando pusieron el elegante establecimiento en venta ¡Oh, cómo soñó ella en comprarlo! Pero su madre no quiso.

Intentó pedirle dinero a su hermano, pero las diferencias entre ellos, con los años, se habían vuelto irreconciliables, así que Neil se rió en su cara y le negó el dinero.

Claro, ella se enfureció y su arte en la mordacidad se hizo presente sin pérdida de tiempo, haciendo que lapaciencia de Neil reventara.
Se enfrascaron en una acalorada discusión que terminó reabriendo heridas no muy cerradas, en especial en él.

Cuando él, furioso, la empujó contra unas tramoyas que se vinieron abajo sepultándola prácticamente entre trozos de madera y escenografía ¡Eliza juró que si tenía un solo rasguño lo demandaría por maltrato, daños y perjuicios!
Pero ella, muy milagrosamente salió de pie de aquel accidente, sin nada más que lamentar que algo depolvo en su hermoso vestido azul y uno que otro bucle despeinado.

Neil debió asustarse mucho luego de eso, pues ella nunca más lo volvió a ver.
Ni a su madre, quien seguramente estaba, una vez más, escondiendo bajo sus faldas a Neil. 
¡Ja! para lo que le importaba a ella...

Ella seguía asistiendo a todos los estrenos, a todas las representaciones; incluso a los ensayos.
Le gustaban los ensayos ¡los errores de los actores solían ser sumamente divertidos!

A veces, solía ver que a la ópera llegaba su primo Archie con la insulsa esa de la Britter.
O a su Tío William con la recogida esa.
Ella, por su puesto, simplemente pasaba al lado de ellos ignorándolos olímpicamente, contoneando su hermoso vestido azul, hacia su palco sin saludarlos siquiera.

Luego de un tiempo dejó de verlos asistir. Seguramente desistieron al entender que obligadamente, siempre, tendrían que encontrársela.
¡Bien por ella!

Luego de algunos años, Eliza comenzó a escuchar el rumor que corría entre los actores y el público, deque la Casa de la Opera de Chicago estaba embrujada y que un fantasma la rondaba.

La gente del público, juraban que a veces lograban verlo sentado en los palcos de oro, en la parte más alta del salón de ópera en las noches de estreno.
Los actores, decían que a veces en los ensayos lo escuchaban reírse de ellos, o que a veces, los camerinos se envolvían de un frío calante mientras ellos se preparaban para salir a actuar.

Alguna corista había asegurado, que una vez lo había visto reflejado en uno de los espejos del salón dereceso, retocándose el traje.
Y los cuidadores aseguraban que solían verlo recorrer los pasillos en las noches, y también la parte alta delas tramoyas, allá donde cuelgan las luces.
Hay quienes aseguran que el supuesto fantasma era la razón por la cual esa tramoya siempre estaba floja amenazando con caerse, y siempre tenían que estarla asegurando antes de cada actuación.

Ella por su puesto que no creía en tales cosas ¿Fantasmas? ¡Por favor! era una estupidez.
Había vivido toda su vida en una antigua casa que pertenecía a los Leagan por generaciones.
Había pasado largas temporadas en la Mansión Andrew, aun más antigua.
Y había estudiado en un rancio y antiguo colegio lleno de leyendas y cuentos, y nunca había visto nada.

Ahora, aquí en la Casa de la Opera de Chicago, no había ningún ridículo fantasma.
¡Sí lo sabrá ella mejor que nadie! 
Ella, que pronto serán casi 100 años que llevaba recorriendo sus pasillos y hasta atravesando sus muros sin ningún inconveniente... 
¡Y nunca había visto absolutamente nada!