BIENVENIDOS


martes, 9 de junio de 2009

LA ESPERA (Final)

He aquí, una nueva sabiduría que os comparto...



... Ella tomó una ramita y, apartando las hojitas secas esparcidas en el suelo, se puso a escribir en el moho debajo de ellas.
No sabía qué hacer, mi corazón se había hecho un nudo. Sentía tanto dolor de verla así.
Hace unos momentos me había dado tanta alegría y ahora era difícil saber cual de las dos se sentía más desdichada.

Otra vez tuve ese impulso de abrazarla, de consolarla; sabía que ésta vez sí tenía de qué consolarla y quizás así, me consolaría yo también.
La tristeza de sus perlas de ámbar, ya no era cruel y dulce, ya no era dolorosa y vivificante… Era triste, simplemente cruel, y simplemente dolorosa.
Me acerqué a ella y me senté a su lado, las lágrimas rodaban por sus mejillas y por las mías estaban a punto de rodar. Me fijé en lo que había hecho con la ramita en el moho debajo de las hojitas secas; era un conjunto de rayas y signos; símbolos extraños.
No sabía lo que había escrito, no reconocía la escritura. No era griego (lo había estudiado en la universidad) ¿Qué era, que decía allí?
Ella me miró, con una pequeña, casi imperceptible lucecita moribunda de esperanza muy en el fondo de su triste mirada. Me sonrió ligeramente, tanto que por un momento dudé que hubiera movido un músculo -Léelo…- me dijo – Léelo, si logras leerlo y lo pronuncias correctamente sabré que no me has olvidado y tu recordarás lo que crees que no sabes .

La miré, y sentí que todo dentro de mi se destrozaba, de pronto sentí de nuevo el frío de la madrugada, más helado, más calante que antes. Una lágrima rebelde desobedeció por fin a las órdenes de mis deseos de no llorar y empezó a rodar desafiante y solitaria por mi mejilla.
Las otras, siguiendo el mal ejemplo decidieron acompañarla y no pude más
-No puedo– le dije – No sé qué dice allí, nunca he visto esos símbolos antes en toda mi vida. No puedo leerlo. Lo siento pero no tengo ni idea de qué es… Lo siento, perdóname por favor.

Me puse a llorar como una criatura, dejé salir todo el dolor de mi alma, de pronto fue, como si todo el dolor del mundo cayera bruscamente sobre mi rostro, y se derramara sobre mi cara como las heladas gotas del deshielo y sobre mi cuello y mi pecho, y se depositara sobre mi corazón amenazando con quedarse allí y no alejarse nunca más.
Ella tomó una de mis manos entre las suyas – No llores – me dijo - Al menos inténtalo. Nunca te diste por vencida sin intentar las cosas al menos una vez. No te des por vencida ahora. Vamos, míralo, intenta descifrarlo. Si ya no lo logras, te prometo que no insistiré más, te dejaré ir a donde decidas irte y yo… lo más seguro es que te siga para siempre. Inténtalo solo una vez más.

Me limpié las lágrimas que nublaban mi vista y miré fijo los símbolos, eran muy extraños. Intenté e intenté por varios minutos que parecieron siglos pero no lo pude descifrar. Estaba dándome por vencida y podía notar como la desesperanza iba apoderándose de todo mi ser como un frío, la miré a ella y de pronto me pareció que estaba mas pálida que hace un momento.
Pude ver en su triste y dulce mirada que ella sabía lo que yo sentía podía ver su decepción, su tristeza, su soledad; y de pronto fue como si esa tristeza y esa soledad fueran mías, como si ella y yo fuéramos iguales , solo que yo era yo y ella … yo ya no estaba segura de lo que era ella … estaba tan pálida .

No podía verla así, esa tristeza, tanta tristeza. Seguí intentándolo pero no conseguí nada; me llevé las manos a la cara y comencé a llorar otra vez. En mi mente, como lo hago siempre cada vez que la desesperación me atosiga… Oré : “Señor, por favor, por favor ayúdame a entenderlo; ayúdame para poderla ayudar a ella o me voy a volver loca. Por favor, por favor te lo pido Señor…” De pronto mi boca se abrió; de un modo tan ligero que por un segundo dudé que hubiera movido un músculo; y salió un sonido; casi tan inaudible que por un segundo dudé que realmente hubiera hablado; un nombre:“ Marianne” .
Levanté la cabeza y fije la vista en los símbolos que con la ramita ella había dibujado en el moho debajo de las hojitas secas .
Allí , claro como si lo acababa de escribir yo misma , claro como el agua , escrito en buen romance y con una caligrafía tan impecable como si hubiera sido escrito con el más fino estilógrafo ; ese nombre : Marianne .

Lo dije; lo repetí.
Lo repetí llena de regocijo como si fuera una dulce verdad que me liberaría.
Lo dije, lo repetí con tanta vehemencia como si fuera una dulce oración para Dios.
Lo dije, lo repetí, lo repetí y lo repetí. Y cada vez que lo repetían mis lágrimas se secaban. Cada vez que lo repetía mi corazón se ensanchaba y se llenaba de paz y tranquilidad. Cada vez que lo repetía mi mente se abría y cabían en ella cosas que nunca habían estado ahí; pero a la vez era como si siempre hubieran estado. Cientos de imágenes se agolparon en mi cabeza una a una, en todas estaba ella.
Ella, que había dejado de estar; que había dejado de ser hace mucho mucho tiempo.

Y lo recordé todo.

Era casi de noche, la antesala de un hospital. No me atrevía a entrar en su habitación; porque no podía aceptar que Mariana estaba muriendo. Discutimos.
Ella siempre estaba tan alegre, parecía que no era capaz de enfrentar la realidad.
No; la que no la enfrentaba era yo. Ella se moría. Mariana lo aceptaba; y lo aceptaba bien. ¿Por qué no podía aceptarlo yo?
No porque si lo hacía era como admitir que lo que estaba pasando era justo ; que era justo que mi mejor amiga me dejara sola para siempre.
Se enojo conmigo: - ¡Por favor no vuelvas hasta que no pueda aceptar que yo me voy a morir!- No volví.
Días después sonó el teléfono, eran las 3 de la mañana. Yo levanté la extensión de mi habitación y lo escuché todo.
No fui al velorio. No fui al sepelio. Horas después, no había nadie en el camposanto; solo yo.
La tierra aun se notaba removida pero ya estaba la fría placa de mármol negro a mis pies y ahí estaba su nombre y yo aun no lo podía creer.
De pronto; como una maldita broma, una escena propicia de la más dramática peliculita sentimental; empezó a llover; y yo no podía moverme.
Quería correr, gritar, tirarme al piso y arrancar la hierba con mis propios dientes. Pero no podía moverme. Volví a mi casa, porque ¿A dónde más iba a ir?Cuando me sentía como en ese día siempre iba a su casa, pero ella ya no estaba.

Mariana; Mariana…

Una vez, cuando ya sabíamos lo que iba a pasar nos hicimos una promesa: - Yo jamás te olvidaré, Marianne (así le llamaba yo de cariño) siempre te llevaré en mi mente y nadie, nadie ocupara tu lugar. Te lo prometo.
- Lo sé – me dijo ella – A cambio de eso yo te prometo que, siempre estaré contigo, y, cuando llegue tu momento seré yo y nadie más quien venga por ti. Te lo prometo… ¿Cuidaras a Yiyó? Ya está viejo ¿sabes? Y él sabe quien eres así que…
-Si, claro no te preocupes yo lo cuidaré - Pero nunca me lo entregaron, Yiyó, su hermoso lobo siberiano murió al mes.

Entonces desperté como de un largo sueño. Siempre fui inteligente así que no me costo mucho; y lo entendí todo.
- ¿Ya llegó mi momento?– le pregunté - Si – me respondió con un sonido casi inaudible, pero esta vez en ningún momento dude que hubiera hablado - Gracias por venir por mi – le dije
- Una promesa es una promesa ; Isabel - me respondió
- Si , pero yo no cumplí la mía … Yo … Te olvide.
- Es fácil olvidar algunas promesas cuando se vive tanto tiempo … cuando se viven tantas cosas-
-¿Entonces, siempre me has esperado aquí?-
- Siempre. Este era tu lugar favorito ¿recuerdas?- Miré a mi alrededor buscando reconocer el sitio
- La verdad , no recuerdo haber estado alguna vez en un bosque como este.
- No, nunca estuviste- me respondió - pero te gustaba mirar la ilustración del libro, decías que al mirar el bosque te sentías muy bien, que te sentías como en casa. Por eso elegí este lugar para esperarte. Yo sabía que, cuando dejaras de respirar seria este al lugar donde vendrías.
-Siempre fuiste muy lista …
- No Isabel … siempre fui quien mejor te conocía , que es distinto.
Guardé silencio durante (me pareció a mi) siglos. Entonces la miré a los ojos; aun seguía sin poder dejar de mirar esas dos perlas de ámbar, pero su mirada ya no era cruel y dulce, dolorosa y vivificante… Era luz. Simplemente dulce y simplemente vivificante…
-Ahora, ¿Qué va a pasar? ¿tengo que ir a algún lugar? ¿a dónde tengo que ir?- le pregunté.
Puedes ir a donde tu quieras … pero …
No la dejé terminar de hablar, la interrumpí… No me interesaba qué iba a pasar, no me interesaba si tenía que ir a algún lugar, porque no quería ir a ningún lugar donde no estuviera ella… ella.
Ella, que había dejado de estar; que había dejado de ser hace mucho mucho tiempo. Pero ahora estaba, ahora era; en mí, conmigo.
-¿Me puedo quedar contigo? – Le pregunté . Ella me miró con sus enormes perlas de ámbar que se humedecieron diáfanamente.
-¡Eso es exactamente lo que yo te iba a pedir! ¿Te quedas conmigo?

Desde ese día hasta ahora ha pasado mucho, mucho tiempo; tanto que ya ni me acuerdo cuántos años tengo o cuántos debería tener. Solo sé que soy felíz como nunca lo he sido, como nadie puede ser.
Y soy tan dichosa de estar de nuevo con ella contándonos historias como antes, tarde en la noche con la luna redonda, redonda mirándonos desde muy arriba con Yiyó junto a nosotras.
Ahora que conoces la historia ¿Dirías tu que soy un fantasma? Si, un fantasma, eso soy yo.
Pero no me importa ¿porqué? por que soy feliz como nunca lo he sido y esta vez si es para siempre. Además… Es tan hermoso verla andar así entre la niebla bajita bajita; que no se ven sus pies ni sus pisadas y parece que flota… ¿Parece?
¡¡¡Es hermosa!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario