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lunes, 24 de marzo de 2014

INMENSIDAD

Precuela de "Mercenaria" la cual puedes leer aquí 



El zumbido de la pequeña nave competía con el latir acelerado de su joven corazón.
La metieron en el dispositivo de escape casi que sin tener tiempo a preguntar nada; no alcanzó a besar a su madre, no alcanzó aferrarse a los fuertes brazos de su padre… no hubo tiempo de nada.

No había aun tomado su puesto en el asiento de pilotaje ¿Qué iba a hacer ella? Si no tenía ni idea.
Sólo se quedó ahí, arrinconada al pie de la escotilla donde había caído de rodillas luego de tanto gritar, golpear y llorar.

Con las rodillas abrazadas al pecho no hacía más que llamar quedamente a sus progenitores.
La computadora de la pequeña nave dio un aviso, algo de una explosión inminente y comenzó un conteo, su corazón latió con mucha más fuerza y sus sollozos llenaron el silencio de su soledad abrazándose a sí misma con tanta fuerza que se hacía daño.

De pronto la nave comenzó a temblar incontrolablemente, luego ya no era un temblor eran literales brincos que la tumbaban de un lado a otro. Sus ojos oscuros se posaron en el asiento de pilotaje; lucía tan estable, tan seguro; pero ahora mismo no tenía manera de llegar a él.

Aprovechó un fuerte tumbo de la nave para impulsarse hacia allí, aunque sabía que lo más seguro era que no lo lograría, pero debía intentarlo.
Justo en ese instante una luz amarilla la envolvió, como si la envolviera un sol; algo golpeó fuertemente el vehículo y ella fue arrojada con fuerza contra el parabrisas. No supo más.

Despertó sin tener noción alguna del tiempo que había estado sin sentido, intentó incorporarse pero un dolor en la espalda la hizo permanecer boca abajo en el suelo de la nave.
Estaba a oscuras, completamente a oscuras. Ya no se veían aquellas miles de lucecitas de colores que alumbraban el tablero de mando, las bombillas interiores estaban apagadas, y el suave zumbido del motor había cesado por completo. Se quedó mirando a través del parabrisas ese mar negro e inmenso que tenía frente a sí, con su infinidad de colores en el horizonte, con sus luces brillando lejanas.

Se incorporó lentamente hasta quedar de rodillas y con sus manos temblorosas echó hacia atrás su abundante cabellera color fuego.
Una sustancia pastosa le endulzaba la boca y fue cuando se percató de que su nariz sangraba un poco.
Miró hacia atrás, hacia donde ella creía que quedaba su hogar, pero no logró ver nada. A lo lejos una gran nube azul que parecía ser niebla o polvo, poco a poco se disipaba dejando a su paso coloraciones insospechadas veteando el negro espacio, y cientos de luces incandescentes,  último vestigio de todo lo que acababa de morir y que algún día daría paso nuevamente a la vida… Se quedó embelesada mirando tanta belleza a su alrededor, toda esa profundidad, toda aquella inmensidad; cayendo cada vez más en cuenta de que toda la inmensa belleza que le rodeaba solamente le denunciaba que estaba sola, completamente sola y a la deriva, en medio del espacio infinito.


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