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viernes, 22 de mayo de 2015

LA CACERÍA



La pequeña gacela corría por la ancha estepa a todo lo que daban sus esbeltas patas.
Nunca había visto ella correr en franca cacería a un lobo, un tigre y una cebra, juntos por la misma presa.
Con la lengua de fuera y sin aliento, la grácil y hermosa gacela giró un recodo, jadeando desesperada… ¡No se dejaría coger! ¡¡No se dejaría coger!!

La gacela, como todo animalillo de dicha especie, es hermosa, vivaracha, cándida. Agradable a todo el mundo.
A veces lo aprovecha, logra que en esta jungla se le de lo que ella necesita. Muchas veces basta con frotar el tierno hocico contra el de algún similar y ¡bingo! La gacela hoy ha comido… No tiene nada de malo, la supervivencia del más fuerte a veces se cambia por la supervivencia del más astuto; y ella lo era… ¿o no?

La gacela ya no puede correr más, siente que sus delicadas patas se le rompen por el esfuerzo pero, parece que los ha perdido de vista. Sí, ya no los ve.
Pero cuando más confiada estaba, ve aparecer casi frente a ella al gran lobo gris, detrás aparece el imponente tigre de Bengala, mostrando sus dientes y relamiéndose.

Un poco más lejos, tímidamente, observa la cebra. La gacela emite un gemido suplicante al cual parece que la cebra atiende, pero un gruñido del tigre hace que la cebra baje la mirada asintiendo, el tigre tiene razón al parecer. Esto es lo que toca hacer.

Ya ganada la presa, prontamente las bestias comienzan a destajar la suave piel, a devorar la dulce carne. La cebra se acerca también a disfrutar del festín ¿Por qué no? Si, después de todo, ya estaban ahí ¿no es así?

Con tímidos lametazos la cebra comienza primero a probar la sangre de la víctima, luego no puede creer la delicada gacela, que con el mismo furor de los carnívoros, la cebra toma cuenta de su carne devorándola sin compasión, y sin atender a sus gemidos suplicantes.

El estacionamiento de aquel colegio se llenó de conmoción; poco a poco las sirenas de policía y ambulancia acallan la música del baile de carnaval que se lleva a cabo dentro del gimnasio.
Los muchachos salen en tropel a ver qué es lo que ha sucedido; un remolino de lentejuelas, máscaras y colorido rodea la aparente escena de un crimen mientras los agentes insisten que “no hay nada que ver” pero sí ¡sí hay que ver!  Una de las chicas reconoce los zapatos tirados, y los trozos de la falda de princesa que yacen desperdigados por ahí.


“¡Es la reina del baile!” grita alguien “¡Sí, sí, es la reina! ¿Qué le ha pasado?”

Mientras los paramédicos tratan de dar atención a la malograda adolescente, y los agentes policiales intentan mantener el orden; un investigador ordena que nadie salga del perímetro y que se requisen todos los disfraces. La joven agredida sólo repite que la atacaron un tigre, un lobo y una cebra; pero, nadie parece haber visto a alguien con máscaras similares.
La joven nunca recuperó del todo la cordura después de aquella noche, y jamás volvió a verse brillar su belleza en algún baile escolar o de sociedad.

Tampoco se logró averiguar nunca, que los tres maleantes que la violaron aquella noche, eran tres ex novios suyos con los que la hermosa y coqueta muchacha había jugado cruelmente dejándoles roto el corazón.

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